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nada va a cambiar
excepto yo mismo
Henry Miller
en el libro que me prestaste
escribí
algo escondido entre sus páginas
para que lo leas alguna vez
sobre ese cielo caliente
duerme
la imaginación
se parece a una sábana
completamente mojada
peleando
por no ceder ante la ley de gravedad
la última jornada de esfuerzo
para unos caballos sudorosos
esperando la hora del juicio
en un campo nevado
el viento siempre sopla y brillan las estrellas
y hay coches
y bares
y camareros
y todo está corrompido, envilecido y estancado
dar el paso fatal
al arrojar todo a los perros
es en si
una emancipación
porque cualquiera de nosotros
se mueve sin pies algunas horas al día
cuando tiene los ojos cerrados
y el cuerpo tendido
entonces mirar allí dentro
es como mirar
hacia a un espejo oscuro
donde no hay entendimiento final
te levantás de la cama
sólo para tomar agua tónica
tus labios
son siempre más rojos que los míos
en las calles se pueden ver
muchos árboles cortados
porque sus ramas al extenderse tanto
eran un elemento
para penetrar en los balcones
el devenir violento de la realidad
la madera todavía verde
espera en vano
arrojada sobre la vereda
la memoria muscular transpira
de nuevo en nuestra habitación
y toda esa energía que perdemos
acaso sirva para encontrar
el lugar exacto
de un lunar sobre la espalda
sábado, 23 de mayo de 2009
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